Se me cierran los ojos mientras escribo las palabras “escribo las palabras”. Me gustaría que alguien censurara las próximas dos horas de mi vida para poder ir a echarme una cabezadita. Algo como poner ante mi una cortina de color negro y un cartel donde se pueda leer “Volvemos en unos minutos”. Todo sería más fácil si se pudieran montar nuestras escenas. Si alguien se encargara de escoger los planos por donde me fuera a mover y los ángulos de cámara precisos para enfocar mi mejor perfil. Y ya de paso, estaría bien si no tuviera que encontrar a los actores que harán de mejores amigos o a la actriz que interpretará a la mujer de mi vida. También me gustaría tener durante mi día unos momentos en prime time y otros en los que fuera más sensato irse a leer un buen libro. Convertir algunas de mis mañanas en un programa infantil y todas mis noches en otro con calificación +18. Que alguien escribiera para mi vida un guión mezcla de novela suramericana, con emocionantes giros de guión, y de programa divulgativo, para que mi audiencia aprendiera conmigo.
Sería mucho más fácil, seguro. Pero también más hijaputada, aunque no lo supiéramos. Truman Burbank es la mentira de El Show de Truman, no por las miles de cámaras que apuntan hacia él, sino porque siempre se ha relacionado con intérpretes, se ha cruzado con figurantes y se ha movido por decorados, cumpliendo un guión estipulado. Truman Burbank es un personaje al que se le ha dado la vida, pero se le ha negado la posibilidad de vivirla. Todo a cambio del espectáculo.
Peter Weir puso sobre la mesa un conflicto moral que había llegado a nuestras vidas con los reality shows. Hasta dónde estamos dispuestos a vendernos para obtener fama y dinero. Cómo se explica el interés que llega a despertar la vida de los demás. ¿Será porque en esta sociedad a la gente no le basta con vivir la suya propia? Y cuán merece la pena invadir la privacidad de las personas para lograr un fin lucrativo.
La televisión de hoy no atiende a valores. Por ello, los que trabajan en ella sí deben tenerlos. Y muy bien amarrados. La pantalla es una arma que dispara mucho más rápido que nuestra moral. Pone a nuestro alcance un sinfín de posibilidades que hay que saber manejar. Cientos de Trumans pueden crearse cada día y la tentación de hacerlo puede ser muy elevada. Cadenas como Tele 5 o Antena 3 han sucumbido a los “Shows de”, y se han empeñado en realizar informativos-novela. A diario aparecen públicamente personas que ignoran estar siendo utilizadas para obtener publicidad y dinero. Callejeros es un lamentable ejercicio busca Trumans. Y Diario de o La Noria son aves rapaces que picotean de los que ya se han encontrado.
En los tiempos que nos vienen, donde imperará el poder audiovisual digital, estará en nuestras manos no dar a luz a más Trumans. Pero sobretodo, detectar aquellos que desean serlo y hacerles el favor de no dejarles entrar en el enorme platón que puede llegar a ser su propia vida. Y fundido a negro.
Peter Weir puso sobre la mesa un conflicto moral que había llegado a nuestras vidas con los reality shows. Hasta dónde estamos dispuestos a vendernos para obtener fama y dinero. Cómo se explica el interés que llega a despertar la vida de los demás. ¿Será porque en esta sociedad a la gente no le basta con vivir la suya propia? Y cuán merece la pena invadir la privacidad de las personas para lograr un fin lucrativo.
La televisión de hoy no atiende a valores. Por ello, los que trabajan en ella sí deben tenerlos. Y muy bien amarrados. La pantalla es una arma que dispara mucho más rápido que nuestra moral. Pone a nuestro alcance un sinfín de posibilidades que hay que saber manejar. Cientos de Trumans pueden crearse cada día y la tentación de hacerlo puede ser muy elevada. Cadenas como Tele 5 o Antena 3 han sucumbido a los “Shows de”, y se han empeñado en realizar informativos-novela. A diario aparecen públicamente personas que ignoran estar siendo utilizadas para obtener publicidad y dinero. Callejeros es un lamentable ejercicio busca Trumans. Y Diario de o La Noria son aves rapaces que picotean de los que ya se han encontrado.
En los tiempos que nos vienen, donde imperará el poder audiovisual digital, estará en nuestras manos no dar a luz a más Trumans. Pero sobretodo, detectar aquellos que desean serlo y hacerles el favor de no dejarles entrar en el enorme platón que puede llegar a ser su propia vida. Y fundido a negro.