sábado, 14 de marzo de 2009

El programa de mi vida

Se me cierran los ojos mientras escribo las palabras “escribo las palabras”. Me gustaría que alguien censurara las próximas dos horas de mi vida para poder ir a echarme una cabezadita. Algo como poner ante mi una cortina de color negro y un cartel donde se pueda leer “Volvemos en unos minutos”. Todo sería más fácil si se pudieran montar nuestras escenas. Si alguien se encargara de escoger los planos por donde me fuera a mover y los ángulos de cámara precisos para enfocar mi mejor perfil. Y ya de paso, estaría bien si no tuviera que encontrar a los actores que harán de mejores amigos o a la actriz que interpretará a la mujer de mi vida. También me gustaría tener durante mi día unos momentos en prime time y otros en los que fuera más sensato irse a leer un buen libro. Convertir algunas de mis mañanas en un programa infantil y todas mis noches en otro con calificación +18. Que alguien escribiera para mi vida un guión mezcla de novela suramericana, con emocionantes giros de guión, y de programa divulgativo, para que mi audiencia aprendiera conmigo.


Sería mucho más fácil, seguro. Pero también más hijaputada, aunque no lo supiéramos. Truman Burbank es la mentira de El Show de Truman, no por las miles de cámaras que apuntan hacia él, sino porque siempre se ha relacionado con intérpretes, se ha cruzado con figurantes y se ha movido por decorados, cumpliendo un guión estipulado. Truman Burbank es un personaje al que se le ha dado la vida, pero se le ha negado la posibilidad de vivirla. Todo a cambio del espectáculo.

Peter Weir puso sobre la mesa un conflicto moral que había llegado a nuestras vidas con los reality shows. Hasta dónde estamos dispuestos a vendernos para obtener fama y dinero. Cómo se explica el interés que llega a despertar la vida de los demás. ¿Será porque en esta sociedad a la gente no le basta con vivir la suya propia? Y cuán merece la pena invadir la privacidad de las personas para lograr un fin lucrativo.

La televisión de hoy no atiende a valores. Por ello, los que trabajan en ella sí deben tenerlos. Y muy bien amarrados. La pantalla es una arma que dispara mucho más rápido que nuestra moral. Pone a nuestro alcance un sinfín de posibilidades que hay que saber manejar. Cientos de Trumans pueden crearse cada día y la tentación de hacerlo puede ser muy elevada. Cadenas como Tele 5 o Antena 3 han sucumbido a los “Shows de”, y se han empeñado en realizar informativos-novela. A diario aparecen públicamente personas que ignoran estar siendo utilizadas para obtener publicidad y dinero. Callejeros es un lamentable ejercicio busca Trumans. Y Diario de o La Noria son aves rapaces que picotean de los que ya se han encontrado.

En los tiempos que nos vienen, donde imperará el poder audiovisual digital, estará en nuestras manos no dar a luz a más Trumans. Pero sobretodo, detectar aquellos que desean serlo y hacerles el favor de no dejarles entrar en el enorme platón que puede llegar a ser su propia vida. Y fundido a negro.

sábado, 7 de marzo de 2009

Al grano


Me pareció un error supino poder repetir tomas en el magazín. Pues si de algo se nutre la destreza humana es de la tensión mental. No se le permite al futbolista lanzar de nuevo el penalti en caso de traspié o estrello en la madera. Ni el cocinero japonés tiene veda abierta para cocinar otro fugu, habiendo el primero envenenado a todo el personal. Cuando el lunes 2 de marzo no entró cierto vídeo a mitad de nuestro magazín, debiéramos haber seguido, como si de un error en directo se tratara, siendo precisamente en directo lo que pretendíamos grabar. En vez de ello retomamos el hilo donde éste se había torcido, esperando la magia de la sala de montaje, que eliminaría el error cometido, siendo para siempre olvidado. Las consecuencias no fueron mucho más allá. De hecho, tampoco quiero demonizar a quien tomara tal decisión. Pero si respiré cierto alivio a partir de entonces en el plató, como si el examen hubiera terminado. O al menos como si supiéramos que se nos permitía copiar. A mi entender, hubiera sido mejor asumir los despropósitos técnicos como si fueran exactamente eso, despropósitos técnicos. Como si fuéramos estudiantes haciendo un magazín por primera vez. Hace mucho que no me lanzan un penalti, y desde luego jamás he probado el fugu, pero espero que de hacer alguna día alguna de estas cosas, ni delantero ni cocinero deban repetir, pues significaría que o bien el árbitro está comprado o que en pocas horas me voy a morir. Amén.
PD: Me encanta la foto